Después de pensar y pensar, pero también estar observando y escuchando lo que a mi alrededor los colegas están haciendo y pasando por su actividad clínica, me he dado cuenta que en resumen ¡Estamos pasando por un momento crítico en el tema del dinero y la practica clínica!
Los pacientes comienzan a ausentarse, a desaparecer, a hablar de su preocupación por dejar de venir por no tener dinero, así como también nosotros empezamos a ver consecuencias económicas en nuestra propia persona, en nuestros alrededores y además ¡se avecina una ola de ansiedad! Pero después de pensar e intercambiar ideas y opiniones con distintos colegas, sólo puedo llegar a una propuesta: ¡Hablemos del dinero y la practica clínica!
Así que a manera de un diario compartido, quiero abrir la posibilidad de pensar algunas dudas, problemáticas, soluciones, entendidos y razones de lo que nos está ocurriendo más allá de la pandemia en el tema del dinero (o mejor, económicos). Por ejemplo ¿de dónde surgió la idea de que todo se arregla con “terapia gratis”? o ¿cómo nos ayuda o perjudica bajar los costos en la sostenibilidad (1) de nuestra práctica clínica?
Tabla de Contenidos
¿Tiene efectos secundarios la idea “altruista” de la “terapia gratuita” y “de bajo costo”?
Vienen rápidamente varias ideas a mi, pero creo que comenzaría con una pregunta eje: ¿Escuchar es un servicio o una relación? En mi caso opino que escuchar significa abrirse a una relación: relación terapéutica, transferencia, rapport… hay muchos nombres (y significados distintos) cuando se habla de esa relación que se pone en juego en cada sesión.
Y si nos animamos aún más a extender la pregunta, ¿entonces el dinero debe funcionar igual que un servicio comercial? ¡No!, mucho menos si queremos seguir dándole el valor importante a la relación paciente-terapeuta o analizante-analista. ¿Dónde habría lugar para las ofertas, promociones, ¡Descuentos! y las muestras gratis de las relaciones terapéuticas?
Tengamos cuidado cuando ponemos el dinero como el pago por un servicio o producto, porque entonces en automático estamos “a su servicio”. Deja de ser una relación horizontal y se convierte en una relación vertical. Una donde el terapeuta “está sometido al pago”. (¿Les suena cuando un paciente no te paga y te cancela y cambia de sesiones y te tiene “dominado” en tus tiempos, con deudas y con la pena de cobrarle?).
En cambio cuando el tratamiento tiene como prioridad la relación terapéutica (2), el dinero puede ser una extensión del material de nuestras intervenciones y del material del caso. En mi práctica clínica, cuando un paciente me menciona que “no tiene dinero para venir a sesión”, primero pregunto si quiere que nos sigamos viendo (independientemente de su situación económica). ¿No acaso de esa manera se puede devolver el acento a qué sostiene ese tratamiento? ¿El dinero o la relación terapéutica?
¿Cuándo ameritaría (¿y cómo?) bajar los costos de las sesiones?
Continuando con lo anterior, me lleva a pensar en los momentos reales del consultorio. Puedo incluso hablar de mi propia persona que en algunos momentos tuve problemas para pagar mi análisis durante casi dos años y al hablarlo en sesión me sorprendí al descubrir que había la posibilidad de continuar con mi tratamiento a pesar de las circunstancias que iba atravesando.
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De hecho, eso permitió aún más resolver un impase que estaba viviendo: Necesitaba perder mi trabajo anterior, para dedicarme a comenzar con el consultorio. Pero eso implicaba una enorme pérdida no sólo de dinero; y por ende estaba en riesgo continuar con el pago de mis sesiones.
Y a pesar de tener la buena voluntad de querer pagar, hacer todos mis ajustes necesarios, así como construir muchos planes para sostenerme, sencillamente era imposible lograrlo. No podía pagar de la misma manera. Entonces al hablarlo en sesión me encontré la posibilidad y el acuerdo con mi analista para continuar con las sesiones: “pagar con lo que por ahora podía pagar, hasta que llegara a un otro momento donde tuviera otras posibilidades y entonces reajustar el pago”.
Y bueno, ¡esa intervención funcionó! ¿pero qué funcionó? Lo primero en funcionar fue remarcar la relación terapéutica en juego. Ambos (sí, terapeuta y paciente) nos preguntamos si queríamos continuar con las sesiones. Eso nos hizo cuestionar qué queríamos mutuamente.
Vigencia como común acuerdo
Lo siguiente que funcionó fue permitir que el tratamiento encontrara una extensión que requería para continuar con una transformación que ya estaba ocurriendo (¡y ni modo de haber llegado hasta aquí, para dejarlo así: a medias!). Y voy a rescatar dos cosas más. Que en el origen del acuerdo hubo una vigencia.
Fue explícito que había un porqué iniciaba el acuerdo y porqué (o cuándo) terminaría. Esta vigencia no marcaba un tiempo en el calendario. Marcaba una lógica y dirección de la intervención, en este caso que para que pudiera continuar una transformación.
Lo segundo a rescatar es el momento donde el reajuste anunciaba nuevas circunstancias. Eso implicaba que el reajuste también estaría ajustado a mis nuevas circunstancias, incluso que si me empezaba a ir mucho mejor que antes del acuerdo, entonces también podía incrementar el costo de mis sesiones.
En esta anécdota lo que más puedo señalar es cómo ninguno de los dos (ni paciente ni terapeuta) quedamos sometidos al dinero. Yo no iba a quedar sometido por el dinero y que eso me impidiera seguir. Pero tampoco mi analista quedaba sometido a dejar botado mi tratamiento o que yo lo botara a él.
PLUS para hablar del dinero y la practica clínica
Para aquellos que como yo, nos gusta extendernos un poquito más
Me gusta extenderme un poco más de los 5 minutos. Sé que algunos también. Y sólo agregaría por el día de hoy ¿Sabemos qué estamos perdiendo en toda esta crisis económica global? ¿sabemos qué estamos dispuestos a perder en aras de no solamente sobrevivir a este momento, sino también en nuestro porvenir clínico? Lo que estamos viviendo es inédito: una pandemia que arrasa con la economía, en tiempos de privilegios virtuales, videollamadas y una necesidad voraz de sentirse bien en poco tiempo, todo ocurriendo al mismo tiempo y tan rápido. Por eso creo que hace falta muchísima cautela porque también los grandes errores surgen de las buenas intenciones.
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No siempre lo más rápido y práctico es la solución. Lo barato también sale caro. Y lo que pensamos que nos “ahorramos” quizás lo estamos pagando de otra manera, por ejemplo por querer lanzarse al furor de ayudar psicológicamente estemos después comprometiendo y dañando esos tratamientos y nuestra manera de seguir escuchando. Al final, no sólo es pasar este momento difícil, sino también saber qué hacer con el tempero (3).
Notas del dinero y la practica clínica
(1) Necesitamos integrar a nuestro vocabulario este verbo para hablar de la(s) acción(es) para sostener nuestra práctica clínica y que también ésta sea sustentable, que se sustente con trabajo, con lógica, pero que también sea redituable hasta en lo económico.
(2) Prefiero decir transferencia, pero considero importante usar por ahora relación terapéutica para alcanzar a hablar a más personas que se dedican a la escucha de pacientes.
(3) TEMPERO: Sazón (estado adecuado de la tierra para plantar y cultivar) que adquiere la tierra con la lluvia.